martes, 15 de mayo de 2007

Recuerdos del sur

TRAS EL ACANTILADO


Capítulo I


No se si no cogía el coche por no enfrentarme con el deseo atroz de enfrentarme a mi pasado, todo aquello me parecía un cuento borroso, una vida por la que yo no hubiera pasado de haber hecho caso a mi percepción de las cosas y haber aguantado con paciencia la terrible tempestad de soledad que me acechaba en esos tiempos innombrables que pertenecen a mi mas chocante post-adolescencia, hace tiempo que soy una mujer aunque nunca he afrontado mi destino como tal. Es una etapa de crecimiento personal a la que me enfrento es algo que sé que no es necesario discutir ya que mi interior lo expresa y lo siente de forma implacable, sin embargo la incertidumbre es negra como la mas profunda de las noches en un campo abierto de Inglaterra.

Lo que deseaba era experimentar una dulce sonrisa descubrir de nuevo la inocencia perdida que todos sentimos alguna vez en nuestra niñez, no obstante se que debo enfrentarme con lo anterior con mi vida vivida con lo que fui y a la vez, como no, intento vagamente deshacerme de esos pensamientos esa lucha interior que todos sentimos que nos grita que nos llama fervorosamente sin que le hagamos el mas mínimo caso con la tibia esperanza de ser felices en la inopia en la mas estúpida de las divagaciones torpes de una existencia mejor por que sí, sin ahondar en lo que seríamos de haber adoptado bien nuestras mas banales decisiones.

Aquella noche sin ni siquiera desear salir demasiado, la inercia por la presencia de dos amigos de fuera fue la causante de encontrarme con el ser mas hermoso y bueno que pudiera haberme mostrado el Señor, los comienzos fueron buenos la tierra parecía mas fructífera y el horizonte se presentaba como una nube blanca y el arco iris de fondo incitaba a soñar. No duro mucho todo debió quedar en una pasión preciosa de verano, de la misma manera que don Juan debía de morir para no llegar a ser un viejo verde en la tercera edad. No logré contener mis impulsos y mis problemas familiares hicieron el resto para caer en una trampa mortal que me asfixiaba el alma.

Peleas, discusiones y monótonas tardes con la única telonera de fondo que era la televisión eran nuestras tardes de invierno sin esperanzas y aletargados en nuestra incomprensión mutua deseábamos en el fondo a otros seres maravillosos mas semejantes a cada uno en la manera de experimentar la existencia. Era incompatible desear una tarde en el teatro con quien ni siquiera sabe escribir de manera correcta su propio idioma, y así mismo era incomprensible pasar una tarde charlando sobre política u otros temas para reflexionar para alguien que deseaba gastarse lo trabajado en fiestas y diversiones varias sin contemplar el imparable mañana acechador y misterioso.

Solo cuando nuestros cuerpos se confundían en uno se hacia visible algo de amor, algo de quietud y de serenidad que inundaba todo y eso nos hacía seguir el camino peligroso de la amargura e insatisfacción. La valentía me faltaba cuando me separaba de su lado y mas tarde o mas temprano con detalles, llamadas o tretas fáciles me convencía para que volviera a su lado, hoy día no se porque motivos, ya que después huíamos de la mutua compañía.

Recuerdo una noche oscura, en la que todo parecía quieto para complacernos, los edificios se antojaban gigantes de ladrillo que servían para resguardar nuestro amor (o pasión según se mire) de miradas extrañas y de los caprichos inevitables de la naturaleza. En uno de ellos nos resguardamos y amándonos toda la noche amanecimos en el suelo duro.

También recuerdo una pelea (o varias) en las que la ropa se volvían tristes víctimas de nuestros ataques y volaban sobre nuestras cabezas a la vez que nos insultábamos y chillábamos tristemente, todo aquello pasó y hoy recuerdo con pena lo vivido.
La verdad es que sabía todo esto desde el principio de nuestra unión como pareja lo vi venir como se dice y continué como una mula hacía delante sin mirar otras posibilidades que me premiaran, hasta que recibí el primer golpe, el labio empezó a sangrar y me encerré en el baño llamando a la policía. Dos días después volví a su lado y recibía en compensación fuertes palizas y cargas psicológicas de sometimiento por parte del ser que un día creí me daba la vida, ofreciéndome en el día a día un anhelo de muerte, morir antes de recibir una de aquellas tundas de golpes duros y callados.

Capítulo II

Ayer me imaginé entrando en un restaurante allí me esperaba el, esa persona de nuestros sueños que lamentablemente solo existe en las mentes de los poetas y soñadores, ese ser que llena con su sola presencia cualquier habitáculo por grande que sea, como en las películas la nieve cae tras los grandes cristales que dan al exterior, las gentes de nuestro alrededor no existe, solo vemos su elegante gabardina negra arrastrarse hasta nuestra mesa como si fuera conducida por el mismísimo creador de nuestro mundo. Todo es paz, todo es jolgorio y alegría.
De súbito mi nombre sonó alrededor como un hielo colándose por las posaderas y al levantar la vista me ví rodeado de los sucios azulejos de un hamburguesería de mala muerte, a mi alrededor solo me rodeaban viejas caras conocidas, extraños cuadros de nueva york colgaban de los sucios azulejos siendo lo único con belleza que noté a mi alrededor. Los amigos de toda la vida son muy queridos pero aburridos ya te han contado casi todo, menos lo que les avergüenza y lo mismo tu a ellos, así que intentan hacer chistes sin gracia y fijarse en una mosca volando antes que gritar que no están satisfechos, así y todo sonreí al vacío y les aseveraba con la cabeza.

Por algo están aquí, pensé; ¿que plan divino desea que me pudra en este antro y coma esta carne asquerosa?. La culpable soy yo de comerla interpreté de mis propios pensamientos.

Daniel amigo de toda la vida me preguntó si se vivía bien en una gran ciudad le dije drásticamente que no, que solo si tenía mucho dinero algo que no sobraba evidentemente a nadie en ese local, ni siquiera a mi.

No me gustan las mujeres si me gustaran estaría rodeado de ellas, prefiero los hombres en todos los aspectos, sobre todo porque se les ve venir de lejos, se sabe lo que pretenden y es el que mejor lo disimula del que siempre te enamoras parece diferente y quizás lo sea, pero en lo referente a la pareja y al sexo son igual de simples. Una mujer puede ser muy promiscua pero no debe notársele sino esta claro que no es mujer que se quedó en el camino, o no sabe retomarlo mismamente.

Oh! Dios le odio horriblemente, tanto a veces que me da miedo odiarle por si se queda dentro mía en forma de sentimiento oscuro, quisiera sentir indiferencia cosa que a veces consigo, y así me gustaría recordarle como algo que debió ser efímero y que perduro por mi torpeza y falta de miras. Pero ahora si me digo que no podré olvidarle hasta que lo recuerde todo y llore de la misma manera que yo pude hacerle llorar y el a mi.






Rendirme y sufrir en silencio, o ahogar mis penas recordando sus dulces sueños de invierno, cuando la cama caliente era mi mayor felicidad a su lado, la noche era amiga, ahora es traicionera enemiga que se despide tarde y altanera.
¿Pude amarte mas de lo que amé a el?, me suena este trance, se confunde en lo lejano de mis recuerdo con la lejana marcha de mi primer amor, he perdido dos grandes amores en seis años corto espacio de tiempo para limpiar dos manchas tan grandes. Al primero lo siento disperso, al último no se si se ha ido para siempre, eso espero.
Podría amar tu sexo como si fuera el primer día, mas no podría amarte siquiera como el último.

Me engañaste como una jabata, y yo tristemente a ti también, aunque de una forma mucho más discreta y transigente, como nos caracteriza a las mujeres. Me besabas, y recuerdo ahora que decías que si alguna vez moría de forma física, no te olvidarías de mi y no se te ocurriría liarte con nadie, esto era algo que yo no creía, te lo decía así, pero en el fondo era romántico y algo dentro de mi quería creérselo.

Recuerdo como te gritaba por las mañanas, mi mal humor al despertarme era totalmente indigno, pero tu con tu silencio imagino que te distanciabas de mi sin comentarlo, sólo una vez lo dijiste estando enfadado y no lo sentí verdadero, hoy entiendo un poco mas las cosas. Desde luego que no pienso que yo fuera una especie de victima continua, pero tus golpes eran como espadas que atravesaban la mas casta de las almas.

Estoy bien; le dije a mamá.
Ella me miró ásperamente como si no le diese credibilidad a mis palabras, mas calló.
He cogido el coche, pero aún hoy no he salido de la isla, no me encuentro con fuerzas, aunque ciertamente me estoy apoyando en Dios, es curioso que le dejara de lado tantos años, tanto en mis palabras como en mis obras, pero ahora he vuelto a entender la necesidad que me crea su presencia. La lectura de las escrituras me están ayudando a reinventar mi vida, y soy una persona mas abierta y con mas suerte que antes, incluso el camino de la existencia me parece mas cercano y fácil, quizás tiene mas rodeos pero el paisaje es mas bello y transparente, la antigua senda parecía bien enlozada y rectilínea, pero había brumas, escuchaba voces que venían de lejos, sollozos y situaciones extrañas y difíciles acontecían a cada paso. Le doy de nuevo las gracias al Altísimo, por su cordialidad y amor infinito que me profesa, aun sin merecérmelo.

Salí de casa, y fui al gimnasio, era como una parcela no demasiado grande, donde pastar como una vaca a sus anchas, donde el espíritu se sentía satisfecho y el cuerpo libre, las luces eran claras, no ocultaban ningún defecto, la diferencia con la vida rutinaria, es que allí tenias a mano la posibilidad de moldearlos y evitarlos en la medida de lo posible, los monitores no hay que decirlo eran en su mayorías, vivas imágenes de esculturas griegas que sonreían al más mínimo contacto visual. En especial Isaías, era alto, moreno, sus rasgos faciales eran la viva armonía con la que una madre sostiene a su hijo en una fría noche de invierno, su cuerpo esbelto de sinuosas caderas que daban forma a sus firmes y pequeños glúteos. Ese mediodía le hablé, no estaba trabajando, sólo hacia ejercicio para mantenerse en forma, las miradas no habían escaseado ese día así que al menos me decidí a que conociéramos nuestros tonos de voz, me dijo que me ayudaría aunque no estaba trabajando se lo agradecí y solté una pequeña gracia, que dudo que la tuviera por cierto y rió. Me sentí mucho más cerca de él, y el me correspondió buscándome con la mirada por toda la sala de entrenamiento. Era muy curioso, nos mirábamos como los espectadores a los tenitas que van a darle a la pelota en un día de primavera, sin llegar a encontrarnos directamente nunca, solo de soslayo y con fortuna. Estaba disfrutando cuando pensé en ello de una forma humillante ya que esas situaciones se deben dar mas directamente sin juegos casi lascivos, y medité si sólo era una atracción física o realmente deseaba algo más con Isaías, la respuesta era clara, solo era físico, siquiera habíamos hablado nunca y aún menos una conversación así que intenté quitarme la imagen de su cuerpo recorriendo el mío seguí con la rutina de entrenamiento.
Al salir del gimnasio, me esperaba una conocida del gimnasio, que previamente había invitado a llevarla a casa, el también estaba allí en la puerta hablando con la recepcionista, pensé que me esperaba a mi, que quería coincidir conmigo pero rehusé la idea y saludé a Tatiana.
Vamos; le imperé
Has tardado; me dijo.
Le sonreí me despedí de la recepcionista y allí fuera estaba el, con cara de pillo de parvulario, y cortado por la presencia de Tatiana, así que cabilé y me dije; he si desea invitarte que lo hago pero era mas complicado de lo que parecía para él, o simplemente es coincidencia, así que para que complicarme.

Nos subimos a mi coche y se me calló una moneda del bolso, el la recogió y me la dio, entonces le sonreí y le dije que era todo un caballero, no como Tatiana que ni se había inmutado. El me volvió a sonreír, le dije hasta luego, y arranqué el coche. De nuevo pensé que si hubiésemos estado solos quizá hubiese pasado algo, pero pronto se desvaneció toda esperanza y comencé a escribir:

Querida Abuela:

Recuerdo cuando te lloré aquel día para que vinieses con papá y mamá a la playa, yo quería que tu me ayudases a hacer castillos de arena, y con tu sabiduría ancestral, no se me deshaciesen como siempre ocurre con ellos. Pero tu no podías siempre estabas entregada a los demás, a sus necesidades básicas como hacerles de comer, o livianas como sus comentarios por no estar allí. Después varios años adelante, te recuerdo a ti llorando por que no me fuera a Inglaterra, yo debía estar con mis padres, sólo tenía 19 años, pero me fui y me fue mal, y es que tu consejo no lo escuché era sabio, como entera eras tu y prudente.

Capítulo III

Ese día nos gritamos, hice el amago de pegarle y me tiró al suelo cortándome la rodilla con crital de un vaso que había tirado minutos antes.
Me voy; dije
Pero me lo impidió y me pidió perdón llorando, así que me quede, al día siguiente fue una riña, al siguiente una infidelidad, al otro un abandono continúo de mi persona, y al otro empecé con ansiedad. La ansiedad es una plaga en este siglo, es una reacción de nuestra mente para salir corriendo por ejemplo en una situación de peligro, pero a veces por las prisas y otros factores de predisposición genética la utilizamos para situaciones normales o problemas comunes. Es muy angustioso y puede hacerte caer en un pozo sin salida que denominamos depresión. Pero se sale si no le damos la importancia que quiere que le demos, solo es un demonio que se instauro en los recovecos mas escondidos de las entrañas mismas del ser humano, pero que no es mas que eso, una peligrosa arma que no afecta si no apretamos el gatillo si ni siquiera la miramos es solo un rastrojo mas en el basurero municipal.
Tengo la sensación de estar en un momento donde todo es posible si lo deseas con fuerza y de corazón, si lo buscas lo encuentras y si lo pides con fe lo hallarás.
Así que decidí salir de aquella casa ruinosa y llena de sentimientos falsos que solo daba cobijoi a mi cuerpo, pero que nunca los dio a mis pensamientos y deseos mas trascendentales, solo a las pasiones mundanas y frugales que se desvanecen como el humo en una corriente de aire caliente. Perdona que mire al pasado pero bien sabes que a veces es incontrolable y sacas algo práctico para emplearlo en el presente
Te estoy mirando desde la altura que te oprime. Te estoy observando y quedo asombrada de que me quieras de que te sientas bien conmigo, en otros tiempos no me quería a mi misma, y ahora me veo desde esta posición y disfruto del eterno paisaje de mi persona, solo a través de tus ojos llego a consolarme, aunque sea por un momento me es suficiente para llenar años de angustias.
Hoy no he salido a la calle, he preferido consolarme con el calor de mi estancia, refiriéndome a estancia como el lugar que ocupo a cada segundo en este universo misterioso, pero mas misterios escondo dentro, mas ocultos secretos se esconden tras la fatigosa figura que acecha en ocasiones mi retaguardia.
Tengo alas, estoy recorriendo tu habitación.

Al día siguiente me encontré parada esperando el auto bus, tenia que esperar a Ágata, jamás había conocido ser tan maravilloso, es difícil de encontrar pero si s busca pronto se encuentra. Ella se había cortado las venas un par de veces después de que su ex marido la hubiese abandonado, no sabía como salir del oscuro túnel pero pronto vio la salida. Era un negro de unas treinta y tantos años que la había consolado, y desde entonces su espiritualidad Cubana se había fomentado ya que antes no lo habia ni sospechado. Se llamaba George y cada vez que lo contemplaba desnudo daba gracias a la buena providencia porque su marido la hubiese abandonado. Pensaba en las chocolatinas de una forma mucho mas erótica que la media, siempre pensaba que la fina capa de leche que se escondía dentro era como el elixir mas preciado de su amante y amigo. Veía señales del universo por todas partes, no se echaba a cuestas nada de lo que le decían, siempre asentía pero hacía lo que le daba en gana. Eso siempre es de agradecer en un mundo en el que el pensamiento único parece controlarlo todo. Sus opiniones refrescaban mas que una botella de agua fría en pleno verano.
La vi bajarse del coche, era morena, alta de ojos algo rasgados, de cara dulce y graciosa, de jovialidad embriagadora.
Hola Ágata.
Hola Mónica cariño.
Sin mediar palabra. Me dijo que esa noche había levitado por las cuatro esquinas de su cama. Que se sentía inquieta por el significado de aquel extraño suceso. Como siempre pensé que estaba loca, pero era parte insólita de su encanto. Vamos a tomar un café.
Entramos en la cafetería, era luminosa, pequeña y olía a rancio pero las demás estaban demasiado concurridas así que aceptamos quedarnos allí.
Por favor, dijo Ágata al camarero.
Era maduro y de buena planta, aunque sus ojos parecían delatar la fatiga y sueño que tenía.
Dos coca colas light y un ramito de violeta.
Un ramito de violeta?
Sí y de camino cojeme la teta!
Ágata por favor le dije mientras no paraba de reírme,
Ah que quieres hija desde que George está en Cuba estoy desesperada mi mundo interior está vacío.
Bueno intenta relajarte, contesté. Así no podremos hablar.
El camarero se retiró con una sonrisa forzada y parecía estar contándoselo a su compañera que miraba con cara recelosa.
Ayer intenté hacerme un piercing, pero me daba miedo. Ah no se que me pasa. Bueno y
Tu que pareces muy triste?


Dos años después:

Me trasladé a a quella mansión sintiendo que todo lo demás no importaba, las olas que se escuchaban tras el acantilado me hicieron llorar, el ruido que venía desde el pequeño bosque de detrás de la casa me hacía desconfiar. Pero esa ya era mi casa, tras el árbol atisbé una figura fantasmal, kien sería. Todo aquello me dejó acongojada, así que me refugié en la casa. Era grande el agente inmobiliaria habia dejado el cartel de se vende fiera como petrificado, el camino tras la niebla parecía como si se disipara, incluso llegé a pensar como había llegado. Los pasillos eran angostos, las paredes algo demacradas por la humedad, y los muebles, pocos por cierto, polvorientos.
Ding Dong, llamaron a la puerta, baje despacio las escaleras, una figura se formaba tras la puerta de la entrada, pregunté quien era, nadie respondia. Me paré, pero segian llamando, se escuchaba el golpear en el pomo, quien es volví a preguntar, soy yo me dijo una voz de una señora mayor, eres tu abuela, grité me respondió habreme mi vida que tengo ganas de avisarte k algo está por suceder. Abrí la puerta y solo la niebla era mi triste compañera, sentí como los vellos de los brazos se me pusieron de punta y cerré de un portazo.

A la mañana siguiente fui a comprar al pueblo, todo estaba tranquilo, solo algunos inquietantes ancianos daban vueltas por sus calles, todo era siniestro hasta el punto de que l la cartelería y escaparates de las tiendas parecian vacias y abandonadas, era comop trasladarse a mediados del siglo 19 en un pueblo abandonado del suroeste europeo. Aquello me parecía extrañoe el vendedor me dijo que habia mucha vida en el pueblo0, así que me ausenté en mis pensamientos intentando concentrarme en mis miedos para anularlos, quizás solo veia lo que quería ver, al instante habia gente las tiendas estaban vivas, el sol me daba en la cara. Me senté en un banc de una recoleta plaza junto a lo que parecía el ayuntamientom cerré los ojos algo mareada, cuando los volví a abrir alli estaba era ella, su traje era de color negro, sus ojos eran como dos farolas encendidas, su rostro contraido por una expresión triste de soberana melancolía. Le grité, abuela estás ahí, ella se digiói a mi lado y se sentó, todo es tan triste, porque no te quedaste allí, porque no estudiaste con tu madre, a su lado, hoy podrías a ver sido tan feliz. Me derrumbé, y un hombre me levantó, que te pasa querida parece que no estas bien, ven deberias de sentarte, quieres un café?
No gracias respondí.
Me hablaba con sumo cuidado como si fuera de cristal, como si temiese que me rompiera y entonces me dijo. Tus ojos son como dos gotas de aguia viva cuando viene el verano las consume. Así que guarda agua para cuando necesites beber.. No des mas agua de la que puedes dar, no vaya a ser que venga el rio y este seco.
No sabia que contestar, aquí estas bien solo es cuestion de esperar me volvió a decir.
Oiga a que se refiere, nos conocemos. No disculpe que me presente soy el DR. Rialt de la casita del lago, la habra visto?
No no me fijé aunque se que hay un lago, mirel.a se ve desde aquí.
Cuando subí la cabeza se encontraba allí no era muy grande, de estilo precioso colonial, era imposible que no la hubiese visto, que no me hubiese fijado antes.
Creame si la hubiese visto se lo diría es preciosa.
Gracias contestó, estaré encantado de que venga a cenar y conozca a mi familia, ellos quieren conocerle, bueno estaran encantados de conocerla.
Perdone, no se vaya, pero se alejaba por el camino, haciendo caso omiso de mi ruego.
Entré en una tienda, necesitaba muebles para aquella casona, era algo irremediable no disponia de mucho dinero pero mis padres como siempre prometieron enviarme dinero, era una nueva vida.
Disculpe dije a la dependienta, creo que era la dueña , era una mujer madura de una cincuenta años, rubia, bajita y con cara de pocos amigos.
Digame, en que puedo ayudarla.
Me he mudado a la casa que hay en el camino, junto al pueblo, y necesito muebles para la cas.
Aquí hay de eso dijo irónicamente mirando a su alrededor, era una tienda de muebles. Muy graciosa pensé.
Si claro ya veo, pues eso deseo que me aconseje.
Llevese algunos no creo que necesite muchos.
No la entiendo.
Bueno por sus ropas creo que no podria pagar demasiado, no me malinterprete, pero creo que no es usted arquitecto.
Señora creo que no se debería meter en lo que tengo en mi cuenta corriente y atenderme como es debido.
Para chica no estoy para bobadas de mal criada.
Creo que eso deberia de decirlo yo, además no se ya si quiero comprarle, dije anonadada.
Bueno si quieres vete a otra tienda, la mas cercana está a unas cien millas, todo recto. No tienen servicio a domicilio. Puedes subirlo a tu cangrejo de coche, rió.
Tenia ganas de darle una bofetada, pero observando el panorama, respiré y le indiqué los que queria.
Ella asintió, y me dijo que me los llevarian.
Le dije que le pagaria, ella sonrió de forma maquiavélica, y susurró casi sin que se oyera, ya me pagarás.
Sali aturdida de aquella tienda y recordé al dr. Rigalt. Era un hombre de mediana edad, de entristecido rostro, pero de inteligente mirada, me gusto como me habia consolado, sus manos recogiéndome del suelo, asustada. Le senti tan dentro como si hubiesemos echo el amor. Y sus palabras tan inquietantes como bellas. Son como dos gotas de agua, pensé.
Iba por el camino de regreso a casa, era un camino sinuoso, y cuanto mas me alejaba del pueblo, mas triste y mas furiosa a la vez me sentia de la situación acaecida con la comerciante. Menuda bruja, pero acabo de llegar asi que lo mejor es evitar problemas.
De lejos, divisaba mi casa, grande aunque vieja, probablemente tenia mas de cien años, cada vez que me acercaba veía mas sombras y luces tras las ventanas cerré los ojos los abrí y desaparecieron. Son muchos cambios discurrí para mi misma, son temores solo.
Rodee por el camino y me dirijí al acantilado para respirar aire puro, miré al mar y recordé el amor que sentí por él, notaba como si fuese el primer dia como me rodeaban sus brazos como me sentia de querida, sus besos y abrazos, el mar a lo lejos era implacable como todo el afecto que sentimos, las luces , nuestros ojos mirándose, recordaba como me apretaba su cuerpo contra la cama, como sus piernas presionaban a las mias sintiéndome una sola contra el mundo y con fuerzas para poseerlo, pero todo termino, sus gritos, sus golpes y ahora huía de él de su recuerdo pero sobre todo de su presencia.
Pasé la tarde ordenando maletas y trastos, limpiando aquellas habitaciones, lavando el suelo. A la noche me quedé en el sofá después de una cena ligera. Leí un libro y me quedé dormida.
Pum pum. El techo sonaba como un tambor en medio de la noche, creía que era el crujir de maderas de una casa antigua, pero escuchaba pasos por la escalera. Me asusté, me levante, me escondí detrás del sofá, el ruido cada vez era mas fuerte, y los pasos más cercanos. Fuese lo que fuese, se acercaba rápido, estaba temblando, las manos me sudaban, quien eres? Me salió de repente con un hilo de voz, los pasos se mezclaban con el sonido de una extenuada respiración que no sabia si era humana o animal. Se detuvo al lado mia, podia sentir su aliento en mi nuca, me volví hacia atrás pero no habia nada, solo silencio. Esa noche no pude dormir, solo llorar con las luces encendidas y un oscuro sufrimiento de soledad que me asfixiaba el alma. Me levanté de la cama y mire por la ventana, alli estaba él, con su expresión fria y un ramo de rosas en la mano, me decía que era el día de San Valentín, y que si las quería tendría que ir a buscarlas, lloré toda la noche no quería bajar, me asuste y caí sobre la ventana, aspiré fuera el aire era húmedo y olor nauseabundo, vomité y todo se volvío blanco.

Al otro dia desperté en un charco inmundo, me dirijí vagamente hacia la ducha, no podía dejar de pensar en lo que habia ocurrido por la noche, me vestí y salí de aquella casa, al salir volví por un segundo la vista y me estremecí. El día estaba nublado y empezó a lloviznar, subí la mirada al cielo y el arco-iris arqueaba el cielo de manera sorprendente, era una visión fabulosa. Esa tarde me dirijí a un cibercafe y entrando a diversas página conocí un chico de un pueblo cercano, em pezamos a conocernos y con el tiempo seguimos en contacto por internet, unos meses después sin que ningún suceso ocurriese en la casa, ya no se escuchaban golpes en el piso de arribo, ni en el cuarto de los juguetes, me encontré mejor y me propuso conocernos. Al principio no creí que fuera buena idea, pero acepté y cambio mi vida. Quedamos a las once de la noche en la estación del pueblo, y nuestras miradas fueron únicos jueces de lo que sentimos, la noche estuve llena de charla, baile, y algo de alcohol que hacia tiempo que no probaba y me dejó bastante piripi. Es lógico que dos cuerpos jóvenes que se atraían acabaran haciendo el amor y es lo que pasó, una de las mejores noches de mi vida, l dia siguiente nos mandamos algun mensaje y hablamos por internet, pero pasaban los dias y no me atrevía a llamarle, yel tampoco lo hacía, así que pensé que se habia quedado en lo típico, una noche de pasión. Y evidentemente continúe mi solitaria vida, yo era una chica atractiva, muy atractiva o eso decian, los hombres se sentían atraídos por mi, pero ninguno cuajaba, y no encontraba la respuesta. Tampoco tenía amigos porque siempre o querían sexo o se enamoraban, y cuando yo lo hacia de ellos huían como si tuviera la rabia, así que como no lo entendía no le dedicaba demasiado tiempo en mis pensanientos. Pero no lo podia olvidar, habia ocupado un trozo especial en mi corazón y lo qu es peor en mis pensamientos, pero que iba a hacer me habia querido para esa noche y ya esta, no iba a llorara por las esquinas como una martir, así que segui mis planes de acomodar la casa.

Abrí la puerta de entrada de la casa, y miré el jardín, las enredaderas parecían tener vida propia, subian por la fachada de la casa, el césped pareció marchitarse, la luz del cuarto de los juguetes resplandecia en aquella oscura tarde de invierno, me asusté yo no la habia dejado encendida, estaba segura que la apagué. Pasando por el pasillo, me percaté de un caballito de madera antiguo que jamás habia visto por alli, la madera estaba apolillada, las ruedas de plástico medio rotas, y la sonrisa dibujada del caballo torcida como si de un niño travieso se tratara. Lo deje en el suelo y subí las escaleras para indagar que ocurria con aquella extraña habitación, abrí la puerta; grité. En medio de la habitación estaba el caballo que había dejado segundos antes en la entrada principal, se balanceaba como si un niño lo estuviese montando, el panorama era tan fantasmal que quedé perpleja, solo atiné a cerrar la puerta y a correr por las escaleras, salí fuera y reflexioné. Quizá deberia irme, pero pronto pensé que nadie me iba a echar de mi casa y debía de visitar un psicólogo. Como una idea llegada del cielo cavilé en el Dr. Rigalt y me propuse ir al día siguiente a su casa. Sí eso haría.

Volví a dormir en el sofá aquella noche después de lo ocurrido, no me atrevía a dormir en la habitación principal, junto a ese horroroso cuarto, el piso de arriba era como una caja de desagradables sorpresas, así que decidí por el momento quedarme en el sofá como cual cama. La mañana era fresca. Las rosas del jardín despedían un suave aroma, y el camino era tranquilo como el día antes de que clavaran a Jesús en la cruz, algo decía que todo iba bien por el momento pero que no confiase ya que algo injusto iba a pasar pero imparable. Salí a al pueblo, quería ir a ver como seguía mi pedido en la tienda de muebles, pensar que iba a ver a esa señora me ponía de los nervios, estaba indignada con el trato que recibí, yo no le había echo nada eso era lo peor, pero encima esa especie de amenaza, “ya me lo pagarás” a que se referiría, después de mucho cavilar dí con la respuesta, esa señora no estaba muy bien del “coco” así que para que complicarse. Arqueé mis hombros y seguí ladera abajo hasta llegar al arroyo, era caudaloso ya que era invierno aunque el fango de sus bordes informaba que solía serlo más sobre primavera, cuando los suaves rayos de sol de esa estación derretían el hielo de las cumbres de las montañas y erosionaba el suelo con la fuerza inconcebible de la naturaleza, un orden establecido como en la vida de todos, nacer y exponerte a un dolor tan intenso que a veces escuece, cuyo único destino de salvación era desembocar en el mar abierto donde moría todo río, y donde también nosotros los humanos llegaríamos algún día sin falta o pretexto válidos.
El puente que lo salvaba era pequeño y tenia forma de arco, era de piedra antigua y una farola, sólo una en su borde derecho hacían del conjunto algo encantador a la luz de la mañana, como uno de esos puentecitos preciosos de Praga. Lo crucé y llegué a la calle principal, era extensa, luminosa y con varias tiendas que la flanqueaban, aunque no parecía haber mas de cuatro personas en toda ella, de todas formas es grande para ser un pueblo, en una gran ciudad no llegaría ni a callejuela, pensé. Me paré frente a la tienda y simulé interesarme por el recargado escaparate mientras espiaba tras los limpios cristales el interior de la tienda, y ver si estaba ella, cuál fue mi sorpresa cuando ví al DR. Rigalt hablando con ella en una conversación bastante animada, donde los dos sonreían con gran complicidad. ¿Serían amigos? ; bueno es un pueblo pequeño aquí se conocerán todos, es lógico. Aspiré y entré con gran dignidad y la cabeza erguida en la tienda.

Buenos días, afirmé con seguridad.
El DR. Rigalt se mostró contento de verme y me dio los buenos días, mientras que la bruja de los muebles, como empezó a reconocerla mi cabeza solo atinó a un leve serán tardes.
Disculpé dije casi gritando, ¿que dice?
Que serán tardes mujer, que es la una de la tarde, debería de madrugar un poco más, o sino vivir como los vampiros de noche.
Perdone pero sé muy bien que hora es, y son las nueve de la mañana, miré el reloj antes de salir de casa.
Pero vaya, si la chica de ciudad se confunde con las agujas, es la una mire hacía alli, y por favor lavése el pelo parece que acaba de escapar de sus raptores. Decía mientras reía.
El DR. Rigalt medió en la conversación con tintes de discusión, y contó algo de una anécdota en un camping, y que también a el le habia pasado alguna vez despertarse creyendo que era otra hora, dijo en mi defensa.
Por cierto querida, no me dijo como se llamaba. Apostilló con voz amistosa.
Me llamo Mónica Tilmore. Le respondí con suavidad de confidencia.
Encantado Srta. Tilmore es un verdader placer, le presento a la Sra. Emilia Trador
Ya nos conocemos, respondí mirándola con desdén. Precisamente venía a ver como seguía mi pedido.
Su pedido sigue, apostilló Emilia irónica. Y ya le dije, que se lo llevaremos cuando esté preparado. Buenas tarde terminó diciendo desagradable.
El Dr. Rigalt contemplaba la escena como si no fuera con él, aunque algo sorprendido por el tono que adquirimos ambas en nuestra corta charla. Llevé al Dr. A una parte de la tienda pidiéndole consejo, no le conté casi nada de lo acontecido en la casa, pero si le dije que me sentia mal últimamente y tenia mareos. El me comentó que hasta la semana siguiente no tendría un hueco libre en su consulta, que según me comentó mas tarde era un improvisado sótano que ejercía esta función. Yo sin más asentí con la cabeza y le pedí su tarjetra para confirmar la cita, el educadamente se disculpó de no habermela ofrecido, ya que se le habían agotado, me lo apuntó en un papel y me fui agradeciéndole el gesto sin despedirme de aquella horripilante bruja.

Capítulo 4

Sonó el teléfono en la inmensidad del ruidoso silencio de aquella casa. Lo descolgé atontada por la siesta;
Sí, digame.
Hola Mónica soy Sam, el chico de la red. Rió de forma divertida.
Hola Sam, ¿que tal?
Bien preciosa, unos amigos y yo habíamos quedado para salir hoy y no sé, ¿te apuntas?
¿Qué día es hoy? Pregunté arrepintiéndome mientras lo decía, pensará que estoy tonta.
Es sábado. Volvió a reír y me sentí una estúpida.
Claro la verdad es que me apetece, ¿cómo lo hacemos?
Hemos quedado en Susex a las 9:30, es el pueblo de al lado, ¿sabes llegar?
Sí claro, allí estaré.
De repente parecía una colegiala, me puse nerviosa y contenta a la vez, creía que sólo se quedaría en una cita, pero parece que le gusto, a mi también me gustaba, era alto, deportista, atractivo, y simpático y ah parecía un buen tipo así que tenia todos los números de la tómbola para resultar ganador de “Bienvenido a la mente de Mónica, te deseo”. Pero mis desengaños habian sido muchos y notorios, así que decidí no hacerme ilusiones, pero que me quiten lo bailado, esa noche iba a pasármelo bien, no tenía amigos en este lugar, así que no estaba la cosa para desaprovechar nuevas miras sociales.
Llegué a Susex montada en mi coche diez minutos antes de la cita y en el lugar donde quedamos, una gasolinera inhóspita y desolada sentí como me estremecía la idea de permanecer allí mucho tiempo. Veinte minutos después es decir, tarde, oí una voz femenina gritando mi nombre:
Mónica, eres Mónica verdad.
Sí soy yo, sonreí sorprendida mientras veía a Sam en la parte trasera del coche y un chico que me pareció muy alto de copiloto.
Encantada me dijo ella, soy Elena.
Encantada le respondí yo cortésmente, también a su acompañante que no dijo ni una palabra. Bromeando le dije encantada a Sam, quién respondió de forma simpática; encantado.
Bueno Mónica me alegro que hayas llegado bien, ¿nos vamos? Dijo Sam.
Le respondí que si, a sus ordenes capitán y todos rieron, nunca pienso que puedo llegar a ser graciosa.

Llegamos a Oasis a las 22:00 pm de la noche, Oasis era un pub de estilo inglés uno de esos típicos y puñeteros pubs llenos de humo y gente borracha. Estaba extasiada por el olor a gomina del acompañante de Elena, creo que era su novio y se llamaba John, al menos eso me comentó Sam susurrando en el coche. Vaya pelo, pensé parece salido de una telenovela Argentina. Nos sentamos y me percaté de que aquello más que una salida con amigos o una cita sexual, parecía dos parejas saliendo a tomar algo, una estampa que se me antojó preciosa y entrañable, pero que desapareció de repente debido a mis inseguridades, bueno eso y el olor que desprendia la cabeza de John. Pensé en meterle bajo el friega platos y obligarle a sacarse ese olor pero en vez de eso opté por echarle colonia de Dolce & Gavanna disimuladamente por el pelo. Eso disminuyó el olor, pero persistia así que me retiré vacilante hacia Sam, el lo tomó por un gesto cariñoso. Yo sonreí complaciente.

Carta a mi abuela III:

Hola cariño, ¿cómo estas allí arriba?
Seguro que Dios te está siendo favorable y te hace un hueco cerca suya. Tengo ganas de llorar, me encuentro tan sola. Necesito alguien a mi lado, y no el capullo con el que estuve, necesito alguien fiel, tu no tuviste esa suerte, abuelo aunque un hombre bueno era un machista que se hizo de una amante. Pero allí seguías tú, aguantando como muchas mujeres de tu época. En cada minuto de cada día, mas o menos amargos, intento sentirme feliz, intento tener alegría en lo que hago o digo, pero siento ese cruel pinchazo de melancolía y rabia que no se desde donde llega, posiblemente de ocultos escondrijos de mi corazón que me desalientan. La única razón por la que sigo adelante cada amanecer es la idea incierta de un nuevo mañana, de encontrar por fin esa persona con la que formar una familia. Que respete mi idea de independencia, asumiendo el papel de fidelidad y lealtad que tanto necesito.
Jesús intenta poner orden a mi camino, te lo suplico, te lo imploro.
Abuela no quiero afrontar mas fracasos, ahora no, deseo mucho mas, tu esencia es verdadera y mi conciencia pretende no recordar.

La rabia aquella noche de sábado no me dejaba respirar, sentía la necesidad de llamarlo y preguntarle porque había jugado conmigo de aquella manera, porque se había desilusionado de mí, lo odiaba por aquello. Sentía la necesidad de abrazarle, de que me volviera a repetir que se quedaba con mi cara a la luz de la luna. Era tremendo el dolor que me oprimia el pecho, deseaba quererle y aún más que me quisiera. Quería gritar, quería destrozar las paredes de la casa, irme a la calle y gritar, si gritar de rabia y plantarle en la cabeza con el primer adoquin suelto que encontrara por la calle. Sí, lo odiaba, sonó mi movil:

Hola soy de construcciones La Imperiosa, era porque habiamos recibido su currículo vitae.
Ah! Si si, me senté. Lo envíe por news jobs hace unos días.
Exacto. Pues bien queriamos que se pasara por nuestras oficinas de Kiusbury.
Si, dije extenuada aun en mis pensamientos. ¿A que hora?
A las 12 dijo la voz, casi apagada. Era como de un contestador
Bien allí estare gracias.

Me senté en el sofá y comenzé a llorar. Me inundaba un terrible sentimiento de tristeza, y encima creia que era el, creia que Sam me llamaba. Me lo dejó bien claro solo queria que fuesemos amigos.
Me levanté y me propuse no darle mas importancia de la que tenia. Si el quería que solo fuesesmos amigos, eso seriamos. Nadie, jamás nadie, iba a lograr que llorara por el sin merecerlo, ningún hombre. Hay cientos, miles, era hora de ser fuerte y no estar para nadie ya era una mujer, no una adolescente, por Dios.

Llamaban a la puerta.
Me dirijí con paso firme, mis reflexiones sobre la seguridad en una misma habian echo mella en mi actitud. ¿Quién es?
Soy yo.
¿Y quien es yo? Respondí ansiosa.
Soy Eleonor, la voz era como de niña, lejana, tímida, resultaba espeluznante.
Mi actitud segura, ni que decir tiene, degeneró en preocupación.
Mónica, arriba tengo frio, volvió a decir la voz, arriba me cuesta concentrarme para estudiar. ¿Tienes una manta?
Grité, sonó el eco en la casa.

Doctor Tom Rigalt colgaba la placa a la entrada de la lujosa casa. Era una mansión enorme, de arquitectura victoriana. La entrada con dos altas columnas blancas e inmaculadas, los ventanales amplios y con señorío se alzaban hacia el horizonte provocadores. La puerta de madera maciza, alta de color celeste contrastaba con el cielo. Agarré con fuerza el llamador y golpeé la suave madera.
Se abrió como si se tratase de un palacio, y allí estaba la princesa, la señora Rigalt, de pelo rubio dorado, ojos claros que hacian sintonia con la puerta color cielo. Sus dientes eran radiantes, más blancos que las columnas, ya era difícil, pensé.

Digame, en que puedo ayudarla dijo amablemente.
Soy Mónica Tilmore, la señora Rigalt, imagino.
Bien señorita Tilmore, imagino que habrá venido a ver al eminente doctor. Esta en su despacho, lle va desde ayer por la noche, dijo sonriendo.
Quizá no es un buen momento para molestarle, dije cortésmente.
La lluvia esta a punto de venir, siempre llueve en primavera dijo en tono leve, como reflexionando consigo misma. Miré hacia atrás, y ví como se movía una cortina, me asusté.
Señora rigalt. ¿Hay alguien ahí?
No hay nadie querida, mientras lo decía su cara se palideció, estaba nerviosa.
Bien por favor pase por aquí.
Nos dirijimos al ala oeste de la mansión, los techos eran altos, las paredes de un blanco impoluto, y la decoración escasa, solo algunos cuadros colgaban timidamente de los firmes muros. Llegamos a una puerta pequeña, que imaginé la puerta del despacho del doctor.
Tocó la puerta y una voz conmovedora sonó tras la pared, para mi escuchar esa voz era como una salvación, necesitaba contarle lo que me estaba pasando en mi propia casa.
Hola Mónica. ¿Que puedo hacer por ti?
Su forma de hablar era tan dulce.
Dr. Rigalt en mi casa estan pasando cosas extrañas.
Sientese por favor y explíqueme eso, dijo complaciente.
Verá escucho ruidos raros, pasos que vienen desde el piso de arriba, sobre todo de la habitación que antaño hacía de cuarto de los juguetes. Incluso escuché la voz de mi difunta abuela; ¡Dios llamó al timbre de casa! Es difícil de creer lo sé pero es cierto, créame.
Verás Mónica, lo que me dices parece ser contradictorio e irreal, posiblemente una paranoia por el trauma de la mudanza, su nueva vida. Está adaptándose a varios cambios, pero dígame: ¿Ha sufrido algún trastorno reciente que le haya ocasionado un shock, es decir, que le haya impactado de forma extraordinaria.
Terminé una relación mala. Aún recuerdo sus golpes, sus desprecios, su maltrato contínuo, empezaron a humedecerse mis ojos.
Tranquilízate y sigue por favor.
Bueno cuando le conocí parecía una persona agradable, recuerdo que yo trabajaba en un bar de Londres, en Picadilly Circus, el llegó con dos o tres personas y la verdad es que casi ni me fijé, pero cuando terminé mi turno, comenzé a dialogar con unos amigos y se acercó, sabía hasta mi nombre. Empezamos a salir formalmente y pronto fuimos a vivir juntos. Entonces comenzó una pesadilla, no nos soportábamos, me pegaba, me insultaba. Recuerdo un “ey nena esta noche quiero ir con unos amigos”, le concreté que me parecía bien, yo también saldría, me apetecía ver a unos conocidos que no veía desde que estabamos juntos, acto seguido me dio una patada en el labio reventendomelo, tuve que encerrarme en el baño y llamar a la policía. Por supuesto le eché de casa, pero siempre volvía con alguna excusa, regalo, o simplemente pidiendo perdón. Yo terminaba enternecida e insegura volvíamos a empezar.
Rigalt me interrumpió
Disculpe querida, como logró desembarazarse de tan feo asunto.
Después de muchos episodios como el que le acabo de relatar, partí de viaje a Liverpool por motivos laborales, cuando regresé lo sorprendí en casa con un chico en calzoncillos. Sospechaba que me era infiel, pero en mi propia casa... Esto fue determinante en alejarme de él, aún recientemente me llama por teléfono con la excusa de mantener un contacto amistoso, pero aunque le hablo amablemente, nunca le dejo dudas de que no quiero tener ningún tipo de relación con él.
Bien Mónica, es mas que suficiente, tómese esto después de las comidas, respire hondo y nos vemos la semana que viene, mi mujer le dará cita, debo seguir trabajando en mi libro.
Es muy amable de haberme recibido sin cita, le expuse, estaré encantada de hablar de esa obra suya en alguna ocasión.
No lo dudes Mónica, me encanta hablar de mi libro, aunque no te pienso revelar el final.
Sonreí, y cerré la puerta, no sin antes haberle dado de nuevo las gracias.
¡Mónica, sal de ahí!
Escuche de nuevo la voz, el pasillo, se tornaba y se cerraba a mi alrededor, no puedo escapar grité, no puedo escapar de aquí. Empezé a correr, tras de mi una sombra me acechaba, sentía su aliento en mi nuca, subí las escaleras, las puertas se abrienron en derredor y entré en la primera habitación abierta sintiendo un escalofrío. En la ventana estaba escrito mi nombre con letras de un rojo escandaloso, rezaba: Mónica escapa por aquí, fui derecha hasta el sucio cristal lo abrí y salté, abajo estaba él, estaba Sam. Me besó, y desperté en la fria noche, estaba en el sofá del salón cubierta de sudor y tremendamente sola. No sé de donde me venía las fuerzas y el coraje, pero decidí ir a la escalera que conducía al piso superior donde estaba la horrible habitación de los juguetes, como ya la conocía, aunque me diese pánico. Un escalón, dos escalones, contaba interiormente, tres escalones. Oía risas, el sonido de un balón botando contra el duro suelo, era reconocible para mi, era la risa de esa fantasmagórica niña, paré en seco, mis piernas se tambalearon, pero seguí subiendo; cuarto escalón; paré ahí no era capaz de seguir subiendo, me quedé como una estatua de hielo, paralizada en medio de una oscuridad inaudita.
Al día siguiente llamé a la ciudad, necesitaba hablar con Ágata. Desde hacía dos años no sabía nada de ella, sólo a través de una postal que me mandó el año pasado por navidades desde La Habana, me contaba que estaba feliz con su nueva vida, y terminaba con un “mami que será lo que tiene el negro”, ella y su desparpajo, pensé mientras hablaba conmigo misma. Dentro de mi tenia la esperanza de que hubiese regresado, pero saltó el contestador.
Hola soy Ágata, no estoy pero puedes acceder a mi a través de la meditación profunda, si no lo consigues es que estoy meditando con mi cubano, así que intenta llamar mas tarde, o te devuelvo la llamada, ¿vale? Besitos...
Colgué decepcionada, pero enseguida sonó el teléfono.
¿Sí? dije ansiosa.
¿Quién eres? ¿Eres tu Mónica?
Ágata cariño, que alegría. Exclamé
Mi niña tenia el presentimiento de que me ibas a llamar, acabo de llegar de Cuba. ¿No estas bien verdad?
A ella no la podía engañar, me conocía lo suficientemente bien para saber que no lo estaba pasando bien, ¿pero como contarle que me estoy volviendo paranoica? ¿Qué vivo en una mansión heredada en un pueblucho dejado de la mano omnipresente de Dios?
Si cariño, no lo estoy pasando muy bien, me he mudado.
Si en la plantilla del teléfono me sale un prefijo rarísimo.
Si heredé de mis abuelos una pequeña mansión en Hywards hits cerca de Sussex, para olvidarme de mis historias ya sabes.
Ajá ¿todavía recuerdas a ese gilipollas? No tienes remedio Mónica.
Lo se Ágata pero aparte quería cambiar de vida, pero las cosas andan raras por aquí.
¿Qué ocurre? Dijo en tono preocupado.
Verás estoy teniendo una especie de paranoia, escucho ruidos, voces en mi cabeza.
Normal mi vida, has sufrido mucho. ¿Pues sabes qué? Dijo en tono divertido. George está en La Habana y yo no tengo nada que hacer, así que me voy a pasar una temporada contigo y ya verás como dejas de escuchar nada y empiezas a divertirte que es lo que te hace falta.
De verdad, dije realmente emocionada.
Por favor, ¡tienes una mansión! Dijo riéndose.
Tres días después Ágata llegaba a la vieja estación de trenes de Hywards hits, con un color de piel tan bronceado que me costó reconocerla. Bajaba del tren con su vestido de Versace rosa fucsia, unas gafas negras de sol, y unos taconazos de infarto. Y por supuesto con cuatro maletas que no entendí como pudo llevarlas. El escaso público que se encontraba por allí no dejaba de observarla como si fuese una misteriosa estrella que llegaba de incógnito, por supuesto eso a Ágata, lejos de avergonzarle le resultaba simplemente delicioso.
¡No fotos! Ironizaba percatándose de la atención que suscitaba, ¡estoy aquí de invitada!
¡Mónica!
A mi todo aquello me ruborizaba, pero la emoción de verla y abrazarla se hizo más poderosa, cada paso que daba hacia ella era un grito de auxilio de ayuda, de comprensión. Bajamos por el camino lineal del pueblo hacia mi casa. Ágata por su parte no cesaba en contar absurdas historias sobre cuba y los cubanos, sus medidas y otras lindezas, para mi necesitaba ayuda psicológica ya que estaba obsesionada con el sexo, pero otros aspectos como su bondad y caridad humana equilibraban esos aspectos compulsivos de su manera de ser. Yo sonreía mientras solo miraba su cara y me aferraba a su brazo con la equivocada idea de que ella podría ayudarme.
Llegamos a la casa, su cara de asombro hablaba por sí sola de la gran impresión que causo en mi entrañable amiga la visión de la gigantesca casa:
Es grandísima Moni
Si pero está muy estropeada por el paso del tiempo, pero no esta mal, nada mal.
Y que lo digas. Vaya casona.
Bueno no te quedes ahí, entremos.
Por primera vez en algún tiempo me sentía feliz, plena, llena de seguridad. Las cortinas de la casa eran blancas, pensé que precisamente era así como quería que fuera mi alma, transparente y clara. Le dije a Ágata que se sentara, le ofrecí un café y empezamos a charlar. Sentí que la casa me hablaba, que mi amiga no era bien recibida en aquella casa incluso me percaté de una leve sombra que rodeaba el lugar donde se encontraba ella. Todo aquello por supuesto que no era normal, me levanté súbitamente y miré por el ventanal de la cocina. Estaba emplazada en la parte trasera, se veía el acantilado y las olas chocando contra las rocas, el cielo estaba encapotado y Ágata no paraba de hablar contenta pero cansada, le dije que se acostara, estaba cansada del largo viaje. Ella insistió en que le contara lo acontecido, deseaba saber sobre mi extraño comportamiento, pero entonces quedé paralizada ante la cada vez más clara visión del sombrío que la rodeaba. Tenia la sensación de estar siendo escuchada, espiada por alguien que no se sentiría satisfecho ante mis explicaciones, así que insistí en que se acostara; le dije que por la mañana iríamos a ver los muebles a la tienda de la “bruja” cosa que le provocó varias carcajadas y pensé en contárselo liberada de aquella inhóspita situación.
Buenos días sra. Trador. Dije con una fingida sonrisa al entrar en la tienda.
Buenos días señorita Tilmore. respondió sonriendo con una sonrisa obviamente fingida.
¿No me presenta a su amiga?
Me extrañaba esta amabilidad de la “bruja”, pero no le dí mayor importancia, aunque antes de poder reaccionar mi amiga ya se estaba presentando.
Soy Ágata Romero. Señora Ágata Romero por favor.
Bien señora Ágata Romero, mucho gusto. Y bien señorita Tilmore, ¿otra vez por aquí?
Sí verá es que los muebles están tardando muchísimo en ser entregados, y pensé que se le había olvidado. Por supuesto lo expresé de forma irónica.
Oh querida, ¿ve ese trailer al final de la calle? Hizo un gesto señalando con el dedo a través del escaparate.
Sí respondí curiosa.
Se dirije a su casa, así que vuelva por donde ha venido y espere tranquila.
Bien gracias, ya era hora apostillé.
Cuando saliamos casi ya del interior de la tienda, la señora Trador tuvo que terminar con la conversación.
¡Señorita Tilmore!, dijo con sorna. La paciencia es una virtud, no la pierda o se volverá loca.
Cerré la puerta bruscamente mientras Ágata se reía hablando de la malas pulgas que se gastaba la Trador, yo enfurecida le dije que cada vez era más “bruja” y que el próximo mueble que comprara no lo haría allí, aunque tuviera que cruzar en catamarán el océano indico.